La entrada de hoy trata sobre la fiebre, que es uno de los motivos de consulta más frecuentes, para saber qué es y con qué no debemos confundirla.
De nuevo, primero definiciones
La primera definición en relación con la fiebre es la de temperatura corporal. Es una medida de la energía interna que tiene nuestro cuerpo y que hace que sus moléculas vibren. Cuanto mayor es la energía interna, más vibran esas moléculas y mayor es la temperatura. Aquí te dejo un enlace a una web que tiene una animación en la que puedes subir o bajar la temperatura y ver cómo las moléculas vibran más o menos en consecuencia: https://www.edumedia-sciences.com/es/media/240-movimiento-browniano.
En este contexto, la unidad que vamos a usar es el grado centígrado (°C). Aunque es un poco técnico, os cuento cómo se define. Se considera que 0 °C se corresponde con la energía interna que tiene el agua justo en su punto de congelación al nivel del mar (por tanto, es la temperatura a la que el agua se congela). De otra parte, 100 °C se corresponde con la energía interna que tiene el agua justo en su punto de ebullición al nivel del mar (por tanto, es la temperatura a la que el agua hierve). Dividiendo ese intervalo en 100 partes es cómo se obtienen los grados centígrados. Te dejo aquí un video sobre esta escala y como convertir estos grados a grados Farenheit: https://www.youtube.com/watch?v=Y82p7pk9TnQ.
Nuestro cuerpo necesita de una temperatura estable
Si el cuerpo fuese algo inerte reaccionaría con su alrededor hasta alcanzar un equilibrio de temperatura. Esto significa que, si estuviera más frío que su entorno, absorbería energía para subir su temperatura y, si estuviera más caliente, cedería energía para bajarla.
Sin embargo, existen mecanismos para regular la temperatura corporal
Hay una parte del sistema nervioso, en el cerebro, que va recibiendo información desde el resto del cuerpo y va actualizando continuamente el nivel de temperatura corporal según lo que estemos haciendo. Para conseguirlo, las células producen unas sustancias llamadas pirógenos (que significa, productores de fiebre). Estas sustancias van por la sangre y, cuando llegan al cerebro, le dicen que hace falta subir la temperatura corporal. A este sistema de los pirógenos lo vamos a llamar pirexia.
El cerebro, pues, se pone como objetivo una temperatura concreta y puede usar varias herramientas para conseguirla. Entre ellas están:
- La intensidad del metabolismo para producir energía. Cuanto más activo esté el metabolismo, más energía se produce y más sube la temperatura.
- Las ganas de abrigarte. Cuando hace falta subir la temperatura tu mente piensa en sitios donde estés más caliente y en ropa que te ayude a conservar el calor.
- Las contracciones musculares. Cuando hace falta subir la temperatura, los músculos empiezan a temblar para producir energía. Es la llamada tiritona.
- El nivel de sudor. El sudor ayuda a disipar energía, por lo que cuando hace falta bajar la temperatura, es posible que sudemos más.
Por lo tanto, hay dos factores a la hora de regular la temperatura corporal: el sistema de los pirógenos o pirexia (que le pone al cerebro una temperatura fija, que es la que va a intentar conseguir) y los mecanismos de control de la temperatura o termia (que son las herramientas que pone en marcha el cerebro según la temperatura que esté buscando).
Pongamos un ejemplo
Imagina que es invierno y quieres dar un paseo. En casa, tu cuerpo está aclimatado a la temperatura que haga allí. Cuando sales a la calle, como hace más frío y tu cuerpo está caliente, empiezas a perder temperatura. La termia entra en acción. Te aprietas entonces el abrigo, tu metabolismo se activa para producir energía y es posible que tus músculos tiemblen para generar calor. Con ese tipo de mecanismos tu temperatura retorna al valor que tenía antes de salir.
Una vez que vuelves y entras de nuevo a casa, tu cuerpo está aclimatado al ambiente que había fuera. Como estás generando mucha energía porque fuera hacía frío, en seguida pasas a estar más caliente que tu entorno, con lo que tus células dejan de producir pirógenos y tu cerebro entiende que tiene que bajar la temperatura. Entonces es cuando te sobra el abrigo, tu metabolismo se relaja, dejas de temblar y, si el cambio es muy grande, quizá empieces a sudar.
Con todo eso se consigue mantener la temperatura corporal estable.
Temperatura estable pero variable dentro de un intervalo
La temperatura corporal no es algo fijo. Va cambiando según lo que estemos haciendo. Nuestro cerebro va recogiendo constantemente información del cuerpo y del entorno va decidiendo qué temperatura hace falta gracias al sistema de los pirógenos.
No es lo mismo estar en reposo que hacer ejercicio físico. Como tampoco es igual estar en ayunas o haciendo la digestión. Además, la temperatura depende de cosas como la cantidad de grasa o de músculo que tengamos. También influye nuestro estado psíquico, porque es diferente estar nervioso o nerviosa o estar tranquilo o tranquila. En las mujeres se modifica según la fase de su ciclo menstrual en la que se encuentren. Por otro lado, hay una variación normal de la temperatura a lo largo del día, de forma que por la tarde puede ser hasta 0,5 °C más alta que por la mañana.
Como puedes ver, son muchos factores los que tiene en cuenta nuestro cerebro para decidir qué temperatura es la adecuada en cada caso.
Pero, entonces, ¿qué temperatura es la adecuada?
Esta pregunta es muy difícil de responder
Pongamos un valor, por ejemplo, de 37,7 °C. ¿Eso es adecuado? Pues depende.
Si tu temperatura corporal en reposo habitual es de 36,5 °C, tener 37,7 °C es alto siempre que sigas en reposo, pero puede ser adecuada si estás haciendo ejercicio. En cambio, para alguien con una temperatura corporal en reposo de 37,2 °C, se puede llegar a los mismos 37,7 °C solamente con tener en cuenta que por la tarde la temperatura corporal sube, por lo que serían las dos adecuadas.
Como ves, decir 37,7 °C (o cualquier otro valor) de forma aislada es poco para saber si eso es adecuado o no.
Y, ¿cómo sabemos si la temperatura corporal es alta?
Pues con un factor que es muy importante: una temperatura alta se acompaña de síntomas y signos. Es lo que se llama síndrome febril.
Este síndrome incluye malestar general, dolor de articulaciones, escalofríos con tiritona cuando la temperatura está subiendo, o sudoración y acaloramiento cuando está bajando. En general, asocia una cierta lentitud al hacer cosas o al procesar la información, a veces con dolor de cabeza. Da tendencia al sueño. Pueden subir la frecuencia cardiaca y la frecuencia respiratoria. Como puedes ver, muchos de esos síntomas no son más que los mecanismos normales de control de la temperatura.
En algunos casos pueden aparecer más cosas. Hay cerebros predispuestos para ello que, cuando sube la temperatura corporal, generan convulsiones. En pacientes mayores o en personas con enfermedades del sistema nervioso puede aparecer confusión, estupor o coma. A veces la tensión arterial baja y la frecuencia cardiaca, en vez de subir, se reduce. Todos estos son signos de alarma y siempre deben hacerte consultar con profesionales de la salud.
La temperatura corporal adecuada es aquella que cumple 2 condiciones: está entre 35 °C y 41,5 °C y no se acompaña de síndrome febril.
El síndrome febril puede aparecer a cualquier temperatura corporal. No obstante, lo más frecuente es que el síndrome febril aparezca a partir de los 38 °C. Puede darse en gente con 37 °C, pero no es lo más común. También es posible que no aparezca a pesar de temperaturas que parecen altas. No es raro ver a pacientes en edad infantil que no se inmutan con temperaturas de 38,0 °C o 38,5 °C.
El síndrome febril es requisito para la fiebre
La temperatura corporal, aunque parezca alta, si no se acompaña de síndrome febril, es porque el cuerpo ha decidido que es la adecuada. Piensa que tú no sabes en qué está trabajando tu sistema hormonal, ni tu sistema inmunitario, ni tu sistema nervioso. No hay pruebas que permitan saberlo, por lo que, si el centro de tu cerebro que se encarga de la temperatura corporal la sube y no hay síndrome febril, en principio piensa que es porque hace falta por algún motivo.
Es lo que ocurre cuando haces deporte. Hay personas que llegan a los 39 °C tras una sesión muy intensa de actividad física. Pero no hay síndrome febril, por lo que es una temperatura normal que, además, es necesaria para poder hacer esa actividad.
Lo más frecuente, sin embargo, es lo contrario. Es muy típico el bebé que es traído a la consulta porque un familiar le ha puesto el termómetro y tiene 38 °C. Muchas veces el bebé está perfectamente, jugando con el fonendo del pediatra, llorando si le metemos el palo en la boca, riendo si le hacemos cosquillas. Esos 38 °C son, por tanto, normales y no deben preocupar a nadie. En cambio, si se encontrara excesivamente somnoliento, quejicoso de más o poco reactivo, puede ser entonces que esos 38 °C sean efectivamente fiebre.
Y, ¿qué pasa si todo ese proceso falla?
Pues eso depende de si lo que falla es el cerebro al decidir la temperatura a la que hay que llegar o si fallan o se agotan las herramientas para conseguirlo.
En este apartado es donde más palabrotas vas a ver porque es el más técnico. Pero no te asustes.
Cuando es cosa del cerebro
Como hemos visto antes el cerebro sabe la temperatura que hace falta según los pirógenos que le lleguen desde las células. El sistema de los pirógenos va moviendo la temperatura y a ese proceso lo hemos llamado aquí pirexia.
La pirexia está cómoda cuando tiene que fijar la temperatura entre los 35 °C y los 39 °C.
Con mucho esfuerzo puede llegar a los 40 o 41 °C a costa de sintetizar muchísimos pirógenos y con un trabajo metabólico muy grande. Es raro que una persona sana sea capaz de llegar más allá de los 41,5 °C. Por eso, los 41,5 °C es un límite. Cuando el sistema de los pirógenos da lugar a una temperatura por encima de ese límite, lo más frecuente es que el cerebro esté respondiendo mal. Llamamos a esto hiperpirexia.
En el otro extremo, es muy raro que el organismo de una persona funcione bien por debajo de los 35 °C. Por eso, ese es otro límite. Cuando el sistema de los pirógenos da lugar a una temperatura por debajo de ese límite, hay que pensar que el cerebro no está funcionando bien. Vamos a llamar a esta situación hipopirexia.
Por lo tanto, cuando el sistema de los pirógenos da lugar a una temperatura corporal por debajo de los 35 °C o por encima de los 41,5 °C casi siempre significa que algo no va bien y, en general, se debe a alguna enfermedad. Cuando estemos dentro de esos límites hablaremos aquí de eupirexia, que es la situación de buen funcionamiento del centro del cerebro que controla la temperatura.
Cuando fallan o se agotan los mecanismos de control de la temperatura
Por otro lado, también hemos comentado que el organismo tiene varias herramientas para asegurarse de que se alcanza la temperatura corporal que dice el cerebro. Este proceso de activación o desactivación de estos mecanismos lo hemos llamado aquí termia. La termia sirve para que haya un equilibrio entre la energía que producimos o que absorbemos y la energía que disipamos. Este equilibrio lo vamos a llamar eutermia.
Si producimos o absorbemos más energía de la que disipamos nuestra temperatura subirá. Cuando aparece el síndrome febril en este contexto hablamos de hipertermia.
Si disipamos más energía de la que absorbemos o producimos nuestra temperatura bajará. Cuando este desequilibrio baja la temperatura por debajo de los 35 °C hablamos de hipotermia.
Situación ideal
La mejor situación, por tanto, es cuando hay eupirexia y eutermia. Es decir, cuando el cerebro tiene como objetivo una temperatura corporal dentro de sus límites de buen funcionamiento (eupirexia) y, además, los mecanismos de control consiguen llegar a un equilibrio con el entorno (eutermia).
O sea que: fiebre = temperatura alta + síndrome febril, ¿no?
Casi. Pero no
Hemos comentado que hay una parte del cerebro que decide a qué temperatura corporal hay que llegar y que hay varios mecanismos para conseguirla. Cuando la temperatura corporal sube hasta el punto en que aparece el síndrome febril, hay dos posibilidades:
- El cerebro ha decidido subir la temperatura corporal y el síndrome febril es el resultado del esfuerzo por mantenerla alta. Esto es la fiebre.
- El cerebro quiere dejar a la temperatura corporal como estaba, pero son los mecanismos para mantenerla los que fallan o se agotan. Esto es la hipertermia.
Ejemplo de fiebre
Imagina que comes una mayonesa en mal estado. Con ella, te comes una serie de bacterias que atacan a tu intestino. El sistema inmunitario lo detecta. Para poder poner en marcha todas las defensas hace falta subir la temperatura corporal.
El sistema inmunitario sintetiza pirógenos, que llegan al cerebro y este entiende que hay que subir la temperatura. La sube, digamos, a 38,5 °C. Si tu temperatura habitual es, por ejemplo, de 36,5 °C, subirla a 38,5 °C durante mucho tiempo (a veces horas, a veces días), hará que aparezca el síndrome febril.
La temperatura alta asociará malestar general, escalofríos cuando la temperatura suba, sudoración cuando baje, dolor de articulaciones, entre otros efectos. Te hará pensar un poco más despacio (quizá no te enteres bien de todo). Aparte, por supuesto, te dará diarrea y dolor de abdomen. Claramente podemos decir que los 38,5 °C son fiebre.
Ejemplo de hipertermia
Imagina ahora que te vas de senderismo con varias amistades. Parecía que iba a hacer frío y te pusiste ropa negra de manga larga. Luego, en cambio, hizo más calor del que pensabas. Además, calculaste mal y cogiste menos agua de la que necesitaste, con lo que no pudiste beber lo suficiente durante el recorrido.
En esta situación, el calor del sol, más la ropa negra hacen que tu temperatura suba. Como la hidratación es mala, no puedes sudar adecuadamente para enfriar el cuerpo. Tu cerebro no modifica la temperatura corporal que debe haber, pero como entra más energía de la que puedes disipar, la temperatura aumenta. Aparece un síndrome febril parecido al caso anterior, aunque más brusco. Es un caso de hipertermia.
En los casos de hipertermina siempre hay un antecedente de producción o absorción de energía excesiva (por ejemplo, un ejercicio demasiado intenso, exposición al sol o consumo de drogas) o de dificultad para disiparla (ropa oscura, falta de hidratación, medicinas que bloquean el sudor, etc.). El ejemplo típico es el golpe de calor.
Por tanto: fiebre = temperatura alta decidida por el cerebro + síndrome febril
Así tal cual.
Temperatura alta a secas por supuesto que no es fiebre. Aunque la haya decidido el cerebro, si no hay síndrome febril no es fiebre. Tampoco es fiebre la temperatura alta porque fallan los mecanismos de regulación; eso es hipertermia.
Espero que esta entrada te haya servido para entender qué es la fiebre y qué hacer con ella. Recuerda que esta información no sustituye al consejo de profesionales de la salud.
¿Te queda alguna duda? ¿Hay algún otro tema del que quisieras que hablemos? Dímelo en los comentarios.